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De repente su cuerpo se atenazó. Se consumió ahogada en sus propias palabras y sufrió una caída sin revés. Esperó a que no mirase nadie para desertar la primera.
De nada sirvió la arenga.

Esa noche durmió entre la estrechez de la mentira y la sinrazón de la incertidumbre. Despertó en mitad de la noche con una sensación desangelada que dificilmente puedas experimentar.
¿Acaso lloraste alguna vez de forma que tus lágrimas tocaran tu pecho?

Mientras espera que alguien suelte sus cadenas, cantos de sirena ven poblar el amanecer vestidas de luto.

Al final, la verdad siempre permanece -sobre arenas movedizas- pero permanece.

La misma verdad que envejece en la imaginación de un niño de 7 años.

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