Adoro las cerillas.

Para mí, uno de los grandes placeres de esta vida es encender un cigarro con una.
Me encanta verlas prender con un simple toque fuerte y seco.

Todo un arte.

Oir el crujido de la chispa y ver como el fuego crece en cuestión de segundos. Encender el cigarrillo, darle una calada, y agitar tu muñeca para apagarla.

Y mientras, obervar como se disuelve el humo, sentir por fín, la maravillosa mezcla del tabaco y el olor a fósforo quemado.

¿No es acaso un verdadero ritual?

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