Aquello resultaba inclasificable dentro de las estrechas jerarquías que me había impuesto yo solita, aunque, eso si, previa ingestión de cantidades masivas de alcohol y con una tajada mayúscula, fui capaz de afirmar con absoluta y fiera convicción lo evidente. Pero las afirmaciones es mejor hacerlas a pronóstico reservado,  sobre todo si uno ha bebido o el asunto se antoja irreversible.

Cruzamos la frontera, o eso dicen las paredes, y ahora hay que pagar el precio del peaje; toca abonar el arancel de cada noche que pasamos en la playa, el tributo de las cervezas compartidas y sobre todo el impuesto sobre el colchón.

Hay madrugadas imposibles de reconstruir, al igual que hay lunas nuevas imborrables, y carcajadas irreproducibles. Son madrugadas despuntadas en las que mi mitad se pelea con mi otra mitad y mi pierna abandona a la otra para recostarse sobre tus lunares, en los que intento encontrar un hueco para pasar la noche.

Y al final... al final  lo que pasa es que termina la noche y se acaba el verano.


Me adivino entre la voluntad y la evidencia, olvidándome de todo al instante como solo son capaces de olvidar los niños. Escapando de miedos recién resucitados, huyendo con la bipolaridad a cuestas, abusando de los puntos y las comas, caminando a ritmo de prosa.

Pero en la vida real y no hipotética la verdad se pronostica ineludible, siéndole imposible ignorar las miradas equidistantes, las que se encuentran en el punto exacto entre lo que se dice y lo que no se puede decir.

Qué raro remedio tienen ciertas enfermedades, ni en mis sueños más lúcidos logré dormirme dentro


16:49


"Iván había pensado que pasarían toda la vida juntos. No se lo había prometido a ella; se lo había dicho a si mismo . Y no como se formula un deseo o se afirma un propósito, sino como se describe un hecho indudable, como se aprecia algo real e inequívoco. Ellos formaban una pareja modelo y todos los que los rodeaban los envidiaban y los admiraban también, porque era el sólido ejemplo de la armonía que puede darse entre dos personas. Por eso el desconcierto era casi mayor que la pena. Por eso el mundo temblaba a su alrededor y él se aferraba, asustado, a la pequeña pero firme mesa de mármol, al platillo, a la taza, a la cucharilla que agitaba nerviosamente al ritmo de sus latidos"


CARMEN PACHECO, En el corazón del sueño